miércoles, 11 de febrero de 2015

CXXXVI

Dicho esto 

Humo en la orilla de tus sueños

y aquel aroma que anuncia el fin del derrame.
Ecos mudos del imperio en colisión
y el espejo de ilusión que te adjudica al sol
te envolvió, tus promesas secó,
no queda silencio en el que guardar
tramas ni extravío.

El pasto del deseo devoraste
y el arrojo de la fauna a la extinción
condenó a la luna al abandono.
El cielo cae a tus manos y son los dioses
que apisonan el ardor del veneno que hace a tu piel.
Quebrantado, sin visión, culminado. 

No fue el último ni lo será. Yo tampoco lo seré, yo tampoco seré.

Ahora, óxido o verdín, materia, materia esencial.
Socavás y más hondo y más hondo
y más
y adónde querés llegar.
Andate, si ya te fuiste.
Y cuando llegás, te volvés a ir.
Jamás conociste la permanencia.
Fiebre, ciénaga, la elipsis de la que no volverá a ser dicho
no lo fue. 

(Como si fueras)
el último.



Stéphanie Pau Tombetta

martes, 3 de febrero de 2015

CXXXV


De mis manos, flores
o mariposas monocromáticas
que en el abismo de la perennidad
merodean, ya no se alimentan.
De mis ojos, vidrio abrasador,
espejos que ya no reflejan.
E impenetrables, expulsan
fuego, agua, sustento de nadie.
Eje fuera de sí,
lejos de la superficie,
minutos que en hiel devienen,
ensordecidos por la salvaje niebla,
los faunos se sumergen en el olvido del río,
—no hay luna que nos perfume ni cielo que nos vista—
feroces, con sangre, celebramos que nos salvamos,
de la vida,
¡nos salvamos!

De haber sabido en el primer golpe

que mis ojos volverían a mojarse
y ahogarse en la sonrisa de la muerte.



Stéphanie Pau Tombetta